Pocos tenemos el recuerdo del primer contacto con el agua o de nuestra primera clase de natación. La sensación de no saber dónde te encuentras, dónde estás y coger miedo a la piscina. Un sentimiento al que los pequeños de dos y tres años se han enfrentado estas primeras semanas de colegio.
Alcanzar fin de curso sin miedo a la piscina con el objetivo de conseguir que flotar solos, si puede ser, incluso boca arriba. Una actividad que a simple vista parece sencilla pero que para los estudiantes recién llegados al centro supone un esfuerzo y habilidades nada fáciles de conseguir sin que se escape alguna lágrima.
Tener un primer contacto con el agua, empezar sumergiendo sólo los pies, nadar con la ayuda del flotador junto a los monitores y los compañeros, ejercicios con un objetivo común: perder el miedo y conseguir la independencia. Los primeros pasos dentro del proyecto educativo de Educación Física en Ábaco.
«Las experiencias en el agua deben ser agradables y motivadoras, por lo que en principio, nuestro objetivo no es que aprendan a flotar ni a nadar, es “simplemente”, que estén contentos en el agua. Para esto vamos a crear, entre el tutor, el socorrista, vosotros como familia y yo misma un ambiente relajado en el que el niño disfrute. De ahí que el aprendizaje tenga carácter lúdico, sobre todo en las primeras sesiones, cuyo fin es el de despertar el interés del niño y ayudarle a vencer posibles miedos», explica Ana Temprado, profesora de natación y psicomotricidad en Ed.Infantil.
Tras un año en la piscina los alumnos podrán comenzar a dar sus primeras brazadas en la piscina, potenciando un deporte que permite el ejercicio aerodinámico de todo el cuerpo, dota a las personas de mayor movilidad e independencia y potencia la concentración y el fortalecimiento de los músculos. Algo esencial en el crecimiento de los estudiantes.
